1.03.2012

Desadaptadoz: gritos urgentes, historias aprisionadas

La voz de esa mujer me encanta. Ella pasa con un megáfono, gritando; lleva blusa verde brillante, falda brillante y un sombrerito miniatura sobre una peluca rosa: sí, es una payasa con un megáfono. Pero no estaba yo en 1990, caminando por ese saturado centro de Medellín haciendo compras navideñas, cuando solía ver payasos armados de megáfonos, anunciando cualquier promoción. Recuerdo mucho esos días: yo solía caminar con mi papá por el centro y escuchaba a los payasos que invitaban a entrar a un restaurante o a comprar algún producto. La payasa de esta historia, por supuesto, no estaba allá. Y no estaba porque no recuerdo haber visto nunca a una mujer-payasa en ese rol de anunciante callejera.

Era el payaso, nunca la payasa. Y eran aterradores: su maquillaje se iba diluyendo entre gotas de sudor; qué digo gotas, ríos de sudor que recorrían esos rostros blanquecinos y dejaban caminitos desteñidos, de color rosa, resultado del blanco de zinc y el color de la piel. Sus voces, estridentes, chillonas, fastidiosas, empalagosas; un fallido intento por ser cómicos y halagadores. Sus ropas, a veces raídas y sucias; nunca estuve tan cerca para saber si, además, podría describirlos como malolientes, intuyo que sí, claro, porque esos días los recuerdo como calurosos y congestionados. No exagero. ¿A quién se le podría ocurrir que un payaso era una buena estrategia de mercado? A mí me espantaban. Hace poco vi una obra de teatro en Bogotá: La Siempreviva, de Miguel Torres; el contexto: toma al Palacio de Justicia; uno de los personajes: un pobretón al que con sus trabajos temporales, a veces de mesero, a veces de payaso anunciante, no le alcanza ni para medio sobrevivir. Esos eran los payasos que yo conocía.

Pero a ella, la payasa que veo en la tarima con un megáfono, y a ellos, los otros payasos que la acompañan, los conocí hace poco más de un año y desde entonces los escucho con frecuencia, intento verlos cuando hay oportunidad y pienso constantemente en ellos y lo que significan sus pelucas, sus vestuarios, sus palabras.

Se llaman Desadaptadoz, hacen punk y se visten de payasos para subir al escenario. Se burlan de la guerra, pero se burlan con dolor: “El rostro de la patria mía es una mueca dolorosa, nos mira desde el pasado y su risa se escucha hoy”; así cantan, así lamentan, así persisten “en este alegato contra las guerras”, como señalan ellos mismos en la presentación de su disco 'No seas un payaso más de la guerra'. Bajo, guitarra, batería y una potente voz femenina; yo, que de música sé poco, escucho ese punk clásico, sencillo, que suena como a latido de corazón agitado. Y escucho, también, gritos desesperados, frases dolorosas, la crónica sangrienta de la guerra silenciosa, la guerra de los campos, de las calles de los barrios. Palabras de desesperanza.

“ Cada día, paso a paso, nos adentramos en la oscuridad 
Para nosotros no hay caminos ni a los lados, ni hacia atrás 
Es un mundo de infamia, es un mundo de enfermedad 
Hay un odio construido con nuestros desencantos” 

¿Por qué payasos?

Carlos Alberto David aceptó conversar conmigo hace un año, cuando hice un trabajo para la maestría que estudio, sobre la figura del payaso en el arte y la presencia de esa figura en la propuesta de activismo político y social de las Comunas 5 y 6, que lleva por nombre Toke de Salida y que lideran, entro otros, los Desadaptadoz. Telefónicamente me explicó que el payaso“habita una tierra, pero es la tierra de nadie, está en el centro y en el margen de la sociedad. Es el feo, el ridículo, el outsider, el rechazado, el marginal. Se confunde en esas categorías binarias que la sociedad nos impone, pero por ser un arquetipo popular, se le reconoce cierta sabiduría”. Por eso el payaso es un sujeto propicio para el dolor y la burla que se muestran en su música, sus letras y su performance. 

Pero Desadaptadoz no está solo en ese escenario. Existe el CIRCA -Clandestine Insurgent Rebel Clown Army-, un ejército que, a través de acciones directas no violentas protagonizadas por los payasos, busca “instaurar la desobediencia y su capacidad de interrumpir, criticar y hacer visibles los conflictos sociales”. Por ello, esta banda de punk de Medellín decidió convertir al payaso en su símbolo, porque éste, como arquetipo, reúne elementos que les posibilitan la crítica, incluso hacia ellos mismos. Han buscado mezclar una práctica antigua, como el arte de ser payaso, con una contemporánea, que es la desobediencia civil. Así, les ha sido posible romper también con el discurso esquemático del activismo político, pues ellos, con el payaso, pueden transmitir ese mismo discurso a través de un elemento infalible: la risa. Para ellos, la risa sarcástica ha sido la expresión propicia para criticar el silencio, "acto brutal sobre el cual se construye la sociedad". Se silencian los hechos, se silencia el cuerpo y la expresividad. Se silencia y se olvida. Pero el payaso, que es el que no habla en serio, el rechazado, está ahí para hablar, para decir eso que los otros, los políticamente correctos, han decidido callar; y lo puede hacer usando la risa y la mofa, pues se transgreden ciertos órdenes y normatividades socialmente arraigados y aprobados.

Además de la figura del payaso, y como gracias a él es posible construir el carnaval y la fiesta, la banda se vale de ese elemento: el de la celebración. A pesar de esa depresión que en ocasiones el payaso encarna, del carácter macabro que se le ha imprimido y del rechazo que en algunos puede generar, el payaso está en la vida cotidiana como un sujeto colorido, alegre, que llama a la fiesta y a la risa. De esa condición se aprovechan ellos para capturar la atención de personas diversas: niños, adultos, ancianos. Así que al surgir Toke de Salida, los Desadaptadoz propusieron al payaso también como el personaje vinculante. Explica Carlos Alberto que la representación del payaso muerto, por ejemplo, es un acto conmovedor para los niños, por lo tanto, plantea para ellos tempranas reflexiones sobre las consecuencias de la guerra. Los carnavales son apuestas aún no ganadas por la convivencia, creatividad y espontaneidad como armas para combatir la guerra y la represión. 

Durante los momentos del carnaval por las calles de los barrios se asiste a un juego incesante que ellos intentan introducir en los procesos de organización y resistencia. El objetivo es sembrar la confusión, más que la confrontación política; confusión en un sentido reflexivo, de búsqueda. Salirse del ropaje y de la postura lineal no es solo un acto lúdico, es también una posición, desde ahí los sujetos pueden entenderse desde otras perspectivas que permitan nuevas soluciones a las problemáticas que por años se repiten de la misma manera y que desde las fórmulas tradicionales para la resolución de conflictos no ha sido posible mejorar. Un ejemplo es A la salida nos vemos, esa tradicional frase que invita siempre a la violencia en las aulas, es hoy una iniciativa con la que se pretende, a través del arte y la música, precisamente, derrotar esas violencias, mínimas en apariencia, pero estructurales. Y a propósito, bueno es ver el video de Déjennos en paz, en el que un salón de clases se convierte en un carnaval de payasos, música y niños brincando punk y pidiendo paz.

En suma, el payaso, como objeto cultural, representa la burla, la mofa. Los Desadaptadoz, además de usar pelucas y narices, añaden a su vestuario elementos de la indumentaria militar, para convertir a ese payaso que veo en la tarima en un símbolo de rechazo a las jerarquías tradicionales, a la fuerza como medio para cualquier fin. El payaso representa, incluso, un acto de rebeldía contra tradicionales identidades del punk como género en la ciudad: las crestas se cambian por las pelucas de colores y los jeans apretados y rotos por pantalones camuflados. También hay una búsqueda con relación a su propia estética, una resistencia a ser iguales en la diferencia. El payaso es el elegido para ridiculizar la guerra, para rebelarse dentro de ellos mismos y para invitar a los que asisten al carnaval a encontrar su payaso interior.

Vuelvo a la mujer del inicio, a la payasa que canta. Ella, usando el megáfono y con un fondo musical circense, grita: “Pan y circo para el pueblo, pero ni pan ni circo nos han dado, solo un espectáculo dantesco de muerte. De tantas, que ya nos acostumbramos a la muerte cotidiana. Alineados unos a otros, los cuerpos abaleados, a veces con las manos atadas y los ojos vendados, calcinados y destruidos por sierras se repiten una y otra vez en la pantalla del televisor...”







2 comentarios:

Luis Orozco dijo...

está bueno el artículo... me gusta, además, la escritura está muy buena... te lleva y te pone en el lugar, bueno, para los que que ya hemos estado ahí...

Argiro Laverde dijo...

Lei tu comentario sobre el grupo de música punk LOS DESADAPTADOZ, me pareció muy objetivo e interesante. Es que realmente hace falta más divulgación de este tipo de expresiones del arte, sobre todo en estos barrios que han sido tan estigmatizados, donde todo lo bueno hay que taparlo y lo malo hay que divulgarlo, cómo decía John Lennon: "Vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor ... aunque la violencia, se practica a plena luz del día..". Por eso, este ensayo me parece muy oportuno en estos momentos en que las expresiones del arte en cualquiera de sus manifestaciones se hace presente en nuestro querido Barrio Castilla, donde vivimos orgullosos de tener pintores, cantantes, músicos, deportistas de alto nivel, profesionales en todos lo campos, pero sobre todo mucha gente honrada y trabajadora. Pero mire, lo que son las ironías de la vida: tenemos una infraestrutuctura espectacular representada en una unidad deportiva, un parque de Juanes, un boulevar y un hospital, que lógicamente son necesarios y nos mejora el estilo de vida, pero no contamos con UN CENTRO CULTURAL Ó CASA DE LA CULTURA donde los jóvenes, entidades promotoras de la lúdica, estudiantes, jubilados y gente del común tengan un punto de encuentro para compartir sus vivencias, hacer una consulta en internet, jugar una partida de ajedrez, ensayar una obra de teatro ó simplemente, leer un libro.
Es bien sabido por todos, que otros barrios también se encuentran en esta lucha por sacar adelante sus expresiones artísticas, lo cual es un avance saludable para nuestra ciudad y es señal clara de que no sólo hay que construír muchas escuelas y colegios para una formación académica de nuestros jóvenes, que es indispensable y necesaria, sino crearles espacios para que den rienda suelta a todas sus inquietudes artísticas e intectuales, lo cual es la mejor medida preventiva para que sean personas de bien y construyan una sociedad y una Patria en la cual se pueda vivir con dignidad y respeto.

NOTA: Conozco personalmente a los integrantes de los DESADAPTADOZ y desde que pueda los acompaño en su presentaciones, soy testigo de su labor en pro de la paz y sé que otros grupos con su labor artística también buscan el mismo fín.

Espero, me excuses lo largo de esta nota pero es importante resaltar lo bueno que tenemos en nuestro barrio con ochenta (80) años de vida, de los cuales yo he sido testigo de su progreso por más de cincuenta y cinco años (55).