9.28.2007

Frases célebres

Me permito celebrar la mediocridad, la falsedad, la irreverencia, la insolencia, la desfachatez… todos tenemos derecho a hablar barrabasadas cuando nos tomamos unos tragos o cuando estamos en esa dinámica de aniquilar las neuronas por un buen rato. Lo que me pregunto es si ese mismo derecho existe en la esfera pública, sobre todo, si de campañas políticas se trata.

Pero para aterrizar mis ideas sobre este Elogio de la Locura, (con todo, pero todo, el perdón de Rotterdam) he recopilado una sarta de frases que sólo reafirman que nos encontramos frente a un candidato corrupto, incompetente y, diría yo, en un estado de esquizofrenia adolescente, que ha afectado seriamente su perspectiva de la realidad.

Mientras escribo, trataré de recordar cada una de las fuentes, sin embargo, la fuente es la misma: Lupe, Luis XV… Luis Pérez Gutiérrez.

De Semana


“La falta de acceso a la tecnología convierte la pobreza en un problema eterno, entonces voy a ofrecer Internet gratis, cada niño tendrá un computador, voy a congelar las tarifas de energía y voy a crear un banco de alimentos.”

Claro, pan y circo para el pueblo. A regalarle comidita a los pobres, a regalarle computadores a los desconectados, a regalarle Internet a niños que no tienen acceso a los servicios básicos. La conectividad no es un asunto de regalar computadores, el foco debe estar en la educación. El círculo de pobreza sólo se romperá cuando los “pobres” dejen de pensar como pobres, y con estas medidas solo se logrará que aquellos que cuentan con menos recursos sigan esperando que todo les sea entregado sin esfuerzos, eso sí perpetúa la cadena de pobreza y miseria.


“No conozco a ‘Don Berna’ y no sé cuál sea su poder en la ciudad”.

¿Dónde estuvo Pérez en los años de esta Administración? Don Berna es más famoso que muchos de sus políticos y amigos, hasta los niños juegan con ese nombre. Sería bueno que antes de lanzarse a una campaña política, los aspirantes a cargos políticos investigaran, preguntaran y se enteraran de las realidades que se respiran en las geografías que pretenden gobernar.


“Voy a construir las ‘zonas seguras’ con un aumento de pie de fuerza y con el apoyo de los 24.000 vigilantes privados que tiene la ciudad”.

¿Quién avala esta promesa?

Y... como los pueblos tienen los gobernantes que se merecen, he aquí un ejemplo de la atrevida ignorancia. (tomada de Votebien.com)


“Si me va a poner Internet yo le firmo”, dijo Rodrigo Cuartas, un vecino del barrio Belén por donde el jueves pasado estaba haciendo correría el Comité de firmas de la campaña.


***
Pero como de elogios se trata, quiero dedicarle la última parte de este post a Pascual Gaviria, diría yo que la ciudad debería manifestarse a su favor, porque ya comienza a sufrir los abusos del poder. Este candidato, siendo sólo candidato, ha puesto sobre la mesa su deseo de censurar sus columnas de opinión, y por si fuera poco, avalado por la legalidad. La noticia de su retiro como 'interrogador' a Luis Pérez en el foro de la Universidad Nacional ya se conoce bastante. Aquí va un resumen, de primera mano:


"Un minuto antes de comenzar se me informó que había dos candidatos molestos con mi presencia y que incluso uno de ellos había planteado la posibilidad de retirarse antes que tener que responder mis preguntas o mirar mis ojos de basilisco. Se decidió con la desidia de Salomón, y mesa, membrete y vaso de agua fueron sacados según la voluntad del interrogado. Pasé sin afanes a la tras escena y gocé de mi vaso de agua sin pagar por él son el sudor frío que implica todo careo.


Luis Pérez Gutiérrez argumentó que algunas de mis columnas anteriores contenían insultos contra dos candidatos y que mi posición política era evidente a favor de uno de los 7 en carrera. Debo decirle que mis columnas referidas a él y a otro aspirante han sido para cuestionar sus actuaciones como alcaldes de Medellín. Resulta que los candidatos a reincidir no deben responder sólo por sus propuestas sino por sus ejecutorias pasadas. Pérez tiene serios cuestionamientos que llegan hasta las sanciones en firme de la Procuraduría General
El candidato habló también del equilibrio y la imparcialidad. Pero es imposible que quien escribe columnas de opinión hable desde el fiel de la balanza, opinar implica tomar partido y los políticos deben responder sobre todo a sus opositores. Los imparciales en política son los apolíticos y esos no preguntan, miran hacia otro lado, ríen despreocupados y firman planillas que los políticos ponen en sus manos.”

La respuesta de Luis Pérez: Una demanda, y Pascual, que creo no tiene miedo de darle la cara a nadie ni a nada, se fue para la Fiscalía y esto fue lo que encontró:

El hombre, con ceño compungido que casi llegaba al ojo lloroso, afirmó que yo había “destruido su dignidad” y que debía devolvérsela. Pregunté por el decir específico con que había logrado semejante agravio y la fiscal me leyó una parte del expediente. En un reciente artículo titulado Repugnancia electoral dije que Luís Pérez resultó un fiasco como alcalde de Medellín, y agregué que era un candidato demagogo y frívolo. Dije también que me gustaría que los electores de esta ciudad asociaran su nombre al unto y al abuso, porque considero, como uno de los habitantes de este valle, que sus actuaciones como alcalde fueron muchas veces abusivas y muchas veces dudosas, dignas de ser miradas con desconfianza por los electores que ya una vez mordieron el anzuelo brillante de sus promesas.
Se me ofrecieron como alternativas la retractación o el compromiso de no referirme al ofendido hasta pasado el 28 de octubre. Tocará incluir un nuevo adjetivo para el compungido candidato. Resultó cínico, además de todo. No me puedo retractar porque guarde con celo una memoria de su amplia colección de pifias. Por acción, por omisión, por descuido, por gusto. Es mi opinión como ciudadano sometido a los poderes del gobernante y creo que tener una opinión sobre un político es un derecho elemental…
Al final dije que era imposible que yo renunciara a referirme a un candidato, que debía hacerlo muy a mi pesar. Porque los candidatos no pueden imponer el silencio de los periodistas por la vía judicial.”
Artículos completos en el blog Rabodeají.
Me prometí no hablar de campañas, candidatos y mucho menos de este particular, pues quería usar este espacio para los temas que me apasionan. Pero entre todas las cosas, me apasiona la ciudad, y su futuro, ineludiblemente ligado al movimiento político de estos días.
A propósito, una de estas columnas, la que si titula En la oficina del Fiscal, debió salir publicada hoy en El Colombiano, diario en el que Pascual tiene un espacio cada viernes, y que, extrañamente, hoy no tiene su firma por ningún lado. ¿Carrera por la censura?

9.26.2007

De justicia, respeto y otros desvaríos

Un senador de Nebraska, Estados Unidos, presentó una demanda contra Dios, acusándolo de causar cataclismos y sufrimientos humanos, y de amenazar con hacerlo otra vez. Pero, lejos de esperar una respuesta divina, el legislador explicó que hizo la insólita presentación para demostrar que en Estados Unidos cualquiera puede demandar a cualquiera.

Después de escuchar esta historia en los noticieros, que al principio me sonó jocosa y absurda, pero que luego entendí como un ejemplo de lo coja y ciega –sobre todo ciega que es la justicia en este y otros países, pensé quiénes serían perfectamente demandables en mi entorno más próximo.
Demandaría a los conductores de bus que nos obligan a escuchar vallenatos y guascas, sin importarles que sean las 6:00 p.m., hora en la que todos salimos de nuestros lugares de trabajo, cansados, con el cerebro atrofiado por los quehaceres diarios, de pie, con calor, y en muchos casos, pensando en lo que nos espera al llegar a casa (más trabajo, los hijos, preparar la cena, empacar el almuerzo para el día siguiente…). Siempre he creído que esta situación puede convertirse en un problema de salud pública, pues la salud mental también hay que cuidarla, de hecho es de la falta de salud mental que se desprenden muchas afecciones físicas. Si todos los que no soportamos el nivel de decibeles del acordeón costeño y el sonsonete carrilero que se ha puesto de moda en las emisoras caemos en una histeria colectiva, las consecuencias serían ¿graves?
Cada día, también a las seis de la tarde, sagradamente, unos indígenas un tanto urbanizados, en un intento por globalizar sus raíces, ocupan el paso en una amplia acera de La Playa con Junín, imponiendo sus mixes de baladas americanas con quenas, zampoñas y otros instrumentos cada vez menos autóctonos. Vuelvo sobre el respeto por el otro y por el espacio ¿Dónde están los señores con chaleco de espacio público? ¿Esto lo ha permitido Espacio Público de la Secretaría de Gobierno? ¿Por qué tiene que ser todos los días? A estos señores, también los demandaría.
Pero mi mayor demanda va para los adultos que mandan a trabajar a sus hijos pequeños. Y la ira se me alborotó un sábado en la tarde, cuando en el separador de La Playa con Girardot, vi como una señora distribuía las cajitas de chicle entre sus dos hijas, y ella, mientras las niñas se desplazaban, se fumaba un cigarrillo. Me quedé observando, y las niñas regresaron después de vender su mercancía, se repitió la acción. Por favor. ¿Dónde está Bienestar Familiar? ¿Dónde están las entidades gubernamentales y las ONG que trabajan por la defensa de los niños? Si mal no recuerdo, los derechos de los niños prevalecen sobre los demás, y los niños tienen derecho a estudiar, a no trabajar, a la recreación, a un crecimiento integral, a un montón de cosas que nadie les da. Muchos de ellos dicen que les gusta trabajar, pero claro, cómo no les va a gustar si por trabajar es que comen, algunos estudian y otros se salvan del maltrato. Cómo no les va a gustar si no conocen nada más. Tengo plena conciencia de que esta es una situación irremediable, de que vivimos en un eterno círculo en el que siempre la cabeza se come la cola, para esta se reproduzca nuevamente y sea comida otra vez…
Pero a pesar de saber que nada de esto se puede remediar, no puedo evitar la ira que me produce subirme a un bus y escuchar vallenatos y guascas, sintiéndome como en una cantina, ver que los niños se suban a ese mismo bus a vender dulces y ver cómo el hecho de vivir en una ciudad nos hace sujetos vulnerables, víctimas permanentes del irrespeto y del menosprecio de nuestros derechos.

9.11.2007

Más canales no son más opciones


¿Será que un tercer canal privado de televisión abrirá las posibilidades y solucionará el asunto del monopolio mediático en el país?

Repetitivas y monótonas son las quejas que se escuchan respecto a la pobreza en la oferta de los canales nacionales de televisión. Y es que no hay que entrar a hacer un concienzudo análisis de medios para entender que el 70% de la programación está compuesto por telenovelas, eternas noticias que se explayan en deportes y que en farándula se especializan; unos eternos programas de variedades en los que se dedican a compendiar la savia que compone el resto de su programación: las telenovelas.

El canal RCN, uno de nuestros maravillosos canales privados, dice tener una franja para niños, y en medio de esta zampa una telenovela. Y están también los realities, que parecen estar perdiendo terreno para ser reemplazados por más telenovelas y una no tan nueva pero reencauchada modalidad de novela: las series de historias diarias o semanales, en las que los cuerpos, las tangas y el reggaetón conjugan de manera simétrica, livianita, la narrativa que tanto vende.

Y si ha encontrado muchas veces la palabra telenovela, ni es error ni es casualidad. Es el estado actual de la televisión privada colombiana, esa es la oferta que tenemos en Caracol y RCN, los dos canales más vistos y más prestantes del país.
Sin embargo, recientemente empezó a discutirse la propuesta de un tercer canal privado. Para muchos, éste representaría la posibilidad de una nueva oferta y más de donde elegir, pero teniendo en cuenta incluso las disposiciones de la Comisión Nacional de Televisión, que dice que dicho canal entrará a competir con los privados ya existentes, no son muchas las luces que se encienden y den visos, ilusiones incluso, de una televisión diferente a la que ya tenemos.

Y para terminar de ennegrecer el panorama, aparecen Caracol y RCN a decir que un nuevo canal va a representar la disminución en la calidad de la televisión ya existente. ¿Calidad? ¿Quiere decir esto que la programación de la televisión privada nacional será peor de lo que ya es? No se sabe entonces que nos puede esperar al sentarnos frente a la pantalla, pues ya los noticieros son lo suficientemente mediocres, las novelas son demasiadas y la programación bastante regular, como para que nos espere algo peor, como sentencian.

Pero hay que recordar también la existencia de una oferta televisiva alterna, que aunque no alcanza a llenar las expectativas de quienes gozan del cable viendo Film and Arts, History Channel y todas las variantes del Discovery, se presenta como una opción interesante. Ahí están, en números elevados y de poca recordación, Teleantioquia, Telemedellín y City TV, que nos presentan dentro de sus programas enfoques diferentes de la ciudad y el ciudadano, permitiendo cercanía e identificación de los televidentes con las realidades circundantes al poner su lente en aspectos que generalmente los canales privados no nos dejan ver.

Después de este panorama, no se avizoran muchas posibilidades de cambio. De la competencia centrarse en atraer publicidad y vender franjas más costosas, la muy regular oferta televisiva se triplicará y tendremos más novelas y más realities y más series morbosas para elegir. Ellos, los empresarios que se quejan porque exista competencia, tendrán menos pauta, pero ese no es un asunto de preocuparse, siempre habrá quien alimente los negocios que no aportan mucho.

Al final del camino, un camino que se recorre en cien canales, siempre será el televidente el que decida su destino. Aunque pegados a la letra que habla de responsabilidad social de los medios, la televisión ideal sería aquella que se diversificara, que pensara en todos los públicos posibles, que nos dejara ver programas de opinión y defensas del televidente y otras propuestas, que si bien unas poquitas tienen, se ofrecen a altas horas de la noche -o madrugada- cuando la audiencia ha reducido considerablemente. Y si los pocos canales con los que contamos en la televisión nacional no se atreven a renovar su mirada de país, de ciudad, para entregar mejores productos a su audiencia, es papel de esa misma audiencia que reclama darle la oportunidad y el apoyo que necesitan las propuestas alternativas que tenemos en Colombia, o bien, apagar el televisor y leer un poco.


Este artículo será publicado por Jenny Giraldo en LoCultural.com

9.10.2007

Comprometer la cultura

Hay una pregunta que nos ronda por estos días. ¿Tiene la cultura alguna obligación con la situación que vivimos? Aunque deberíamos decir las situaciones, porque en un país o continente con cientos de quejas respecto al diario vivir, economía, política, conflicto, es imposible definirnos a través de una situación. Y la respuesta puede llegar a ser obvia para muchos. Claro. Se le canta al amor, a la vida, a los niños en guerra, a los desplazados. El cine se vale de muchas de estas temáticas para sus guiones: Un tema de moda, unos actores de moda, una niña que se empelota y unas canciones pegajosas, para contar la historia de unos soldados y una guaca. Eso es hablar de la realidad que nos circunda de cámaras hacia afuera, de estudios para afuera, sin embargo, ¿qué de crítica, reflexión, análisis y, sobre todo, propuesta, hay en esas expresiones culturales?

Que el artista encuentre en la realidad colombiana un insumo para su trabajo no es muestra de que contribuye a mejorarla, ni siquiera a transformarla. Que cinco voluptuosas modelos, junto a un diseñador forrado en billetes, exhiban unos trajes y donen el dinero a quiénes más lo necesiten, o que un grupo de conocidos actores participe en un reality show para ganar limosnas destinadas a varias fundaciones, no es una muestra de que el arte y la cultura se untan de realidad y buscan salidas alternativas a cada uno de los conflictos que de manera permanente se pasean por los noticieros. Eso sí es pan y circo para el pueblo.

Al respecto, habría que pensar en la cultura vinculada al hombre, como parte de un todo, asimilada desde una visión abierta (lo que algunos hippies modernos denominan visión holística). Es que, por favor, no es lo mismo que se cante sobre los niños, que cantarle a los niños, y además, enseñarles a cantar. No es lo mismo ganar concursos con fotografías desoladoras que hablan del hambre y la pobreza de nuestros barrios, que ir hasta allá, comer con ellos, dejarlos manosear una cámara y dejar que se sensibilicen frente a ese aparatejo de, quizás, dos millones de pesos. No es lo mismo escribir, producir, inventar, mirando desde un balcón y esperando aplausos por tu obra. Ese no es el sentido social del que la cultura también debería abanderarse.

Un arte que se comprometa con la realidad no quiere decir un arte que dé limosnas lastimeras, que construya ranchos para los pobres o que done mercaditos económicos y ropa usada. Cuando hablamos de compromiso, vemos en el arte la posibilidad de un medio para el desarrollo, para el crecimiento, para el fortalecimiento de lo que se llama tejido social, palabras más, palabras menos, de la gente, del pueblo.

Tanto hablar y hablar de que el arte sensibiliza, cambia las visiones de muchos, integra, hace un mundo más… feliz. Tanto hablar y hablar y hablar. ¿Cuál es el reto? ¿Cuál la propuesta? ¿Cuál el aporte? No sobraría hacerse la pregunta entonces de a quién realmente hay que sensibilizar para lograr, con el arte y la cultura, pequeños pasos, pequeños avances para una transformación social: formación artística para aquellos que, a duras penas, tienen acceso a la primaria, intervenciones en zonas de desarraigo habitadas por los invisibilizados de la ciudad, visitas de los artistas que a través de ese contacto sensibilicen, inviten a la reflexión y generen propuestas artísticas que de verdad hablen de la ciudad no desde el escenario, el estudio o el caballete, sino desde el suelo mismo. No será el arte o la cultura la que nos salve de la ignorancia, la ceguera y la mediocridad, pero sí será más alto el aporte cuando esto se convierta en un proceso continuo, cuando la ciudad, toda, viva la cultura y encuentre en ella una forma de ser ciudadanos, de ser personas.

Artículo publicado hace unos meses
por Jenny Giraldo García en LoCultural.com