5.01.2009

Las damas de las palabras cruzadas

Cada día hay un nuevo reto que inspira a un par de mujeres que a las siete de la mañana ya están bañadas, vestidas y acicaladas, sentadas en la tienda de la cuadra, con el segundo o tercer tinto de la mañana y ese frustrado intento de dejar para siempre el cigarrillo.

Hace un par de horas comenzaron la jornada, desayunos y almuerzos empacados son el comienzo de su rutina, y una vez la casa queda en la soledad que dejan detrás los que se van al trabajo, al colegio o a la universidad, ellas cierran las puertas y van en busca de ese juego de estímulos que tendrán que dejar en una hora para continuar con ese oficio que la vida les ha destinado.

El periódico las aguarda, en especial una página, pues de una fiebre que se extiende por el mundo o de la devastación de la economía colombiana o de los enlodados negocios de la familia presidencial ya informarán los noticieros del medio día. Es la página del crucigrama la que les espera en la tienda de la mitad de la cuadra. Un juego de palabras hasta ese momento inexplorado, que espera por el lapicero que dubitativamente pasarán las señoras hasta descubrir las palabras correctas, que se entrelazan una con la otra y que dan como resultado un cuadro que es para ellas satisfacción y orgullo.

De Ra no saben mucho más allá que es el dios egipcio del sol, pero ese juego del saber en el que cada mañana se meten es la excusa perfecta para saber conjugar un verbo, para aprender una que otra palabrita en inglés y para rememorar las ya para ellas antiguas clases de geografía. El crucigrama es su reto personal de todos los días.

Entre contabilizar la cuadrícula y pasar la punta del lápiz sin tocar la hoja, simulando una palabra que puede o no puede ser, ellas descubren que el conocimiento no les es ajeno, que su cerebro se mueve al ritmo de palabras caprichosas, que la pericia y la buena memoria también son sus cualidades y que el tinto y el cigarrillo son una gran compañía para ese sagrado momento del día.

Ahí están ellas, todos los días, revolcando en su cabeza el nombre de algún dios fenicio sobre el que nunca han escuchado, pero que tiene ya una A y una K atravesadas; recordando el personaje que ese actor interpretó en los ochenta y adivinando el nombre vulgar del Citrus limonum. Cada día, incluyendo domingos y festivos, el juego de las palabras cruzadas, el crucigrama, es un nuevo motivo para estas damas.