8.28.2007

Marcela Bolívar: la belleza, la crudeza














El trabajo de Marcela, a quien conocí gracias a DeviantArt y a mi amiga Chaotica, es sorprendente. En cada obra se ve el cuidado de los detalles y la resginificación que toman los elementos que allí se disponen, incluso de ella misma, que a través del autorretrato se da diferentes lugares en los paisajes y escenas que ella visualiza y recrea en su memoria.
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Marcela Bolívar le rinde homenaje a las ideas que tiene en su cabeza a través de los trabajos de fotomanipulación que realiza desde hace varios años. Esas ideas, cargadas de dramatismo, oscuridad y hasta demencia, son producto de lo que lee, escucha y ve, pues sus principales fuentes de inspiración están en la literatura, la música y el arte.
Así, el trabajo de esta caleña hace alusión a las palabras de Borges y Thomas Mann, el romanticismo de la pintura de Eugène Delacroix o el expresionismo de Edvard Munch.
Para sus obras, la música también es uno de los elementos de fuerte influencia, siendo el Metal el género por el que más afecto siente, especialmente por el Black y el Doom Metal, es decir, sonidos estridentes, horripilantes, lacerantes, oscuros, a veces lentos y otras vertiginosos, características todas inherentes a cada uno de los cuadros que construye, compone y retoca frente a la pantalla de su computador.

“Mi imaginario tiene muchas inspiraciones, pero una sola perspectiva: veo e intento retratar la belleza en la crudeza y en la redundancia, en la decadencia y en el esplendor. Intento hacer de la belleza algo trágico, un sacrificio por algo efímero que intento inmortalizar.”
Las historias que circundan su cabeza son las que, en gran medida, la incitan a ilustrar lo que se encuentra en su galería, y aunque tiene referentes artísticos claros para desarrollar su trabajo, una última etapa de su vida la ha llevado a analizar lo que se mueve a su alrededor y dentro de ella misma, y aunque el autorretrato siempre ha sido uno de sus principales recursos, estas últimas se presentan como obras mucho más íntimas.

Artículo publicado por Jenny Giraldo García en LoCultural.com


Su sitio oficial / http://www.graydecay.com/

8.22.2007

Ya somos el olvido...

DESDE las primeras líneas este olvido me conmovió y no voy a negar que casi instantáneamente los ojos se me llenaron del agua que humedece la tristeza, la alegría o la nostalgia. No puedo hablar de esta narración como una novela. Quizá su prosa es demasiado natural, sin simbolismos ni de adornos literarios. Quizá el sentimiento de quien lo escribe es demasiado puro y sus palabras demasiado íntimas, como para ser una gran novela. El mismo libro, en una de sus páginas se define a sí mismo como “el intento por dejar testimonio de ese dolor. Un testimonio al mismo tiempo inútil y necesario. Inútil porque el tiempo no se devuelve ni los hechos se modifican…”

El de Héctor Abad Faciolince, que aquí se reconoce, aún más, como Héctor Abad - hijo, es un relato completamente amoroso, en el que este hombre se confiesa un amante de su padre, incluso en el plano físico, pues las expresiones y gestos cariñosos, abrazos, besos, caricias, eran parte de su ritual de encuentro, un ritual que entre montañas antioqueñas, y más aún en décadas anteriores, era frío, solemne, lejano.

De ese amor nace entonces el profundo dolor que da origen a ese relato igualmente profundo y, así mismo, desgarrador. El olvido que seremos, un libro en el que Héctor Abad Faciolince, hijo de Héctor Abad Gómez, ese médico humanista a ultranza, defensor incansable de los derechos humanos, manifiesta la ira, el desengaño, en últimas el dolor que a él y a toda su familia produjo la muerte de su padre, pero más aún, la alegría que para los mismos trajo el haber pertenecido a esa estirpe. En esas páginas queda descubierta la intimidad de una familia entera, entre amigos, estudios, novios, fracasos, encuentros felices, cenas familiares, costumbres.


Muchos pasajes de la vida nacional también forman esa red de hechos en los que los Abad Faciolince se vieron inmersos durante los años de lucha de su padre. Me conmovió especialmente -en realidad hay muchos pasajes conmovedores- cuando el autor dice que, contrario a lo que sucedía en muchas familias, en esta eran los hijos los que trataban de evitar que el padre asistiera a marchas y manifestaciones, pues sabían que estaba poniendo en riesgo su vida. Y recuerdo también, con indignación sobre todo, el capítulo en el que se menciona cierto ex-rector de la Universidad de Antioquia, de ultra derecha, tirano, injusto, que promovió el odio por el médico Abad y políticas que atentaban contra docentes y estudiantes. Más de 20 años después, este hombre, con su sonrisita maliciosa se sigue paseando por los corredores universitarios, ostentando sus títulos de doctor, hablando de políticas públicas, de epidemiología, de prevención... mientras que del médico Abad, el luchador, el incansable, antiburócrata, solo observamos una foto, una exposición y el recuerdo de sus columnas de opinión y programas de radio.

Y ahora, guardamos también esta radiografía que Abad Faciolince nos deja. Nos permite entrar en la intimidad de su hogar, escondernos detrás de las cortinas de la biblioteca de su padre para escuchar las conversaciones que lo hicieron ser cómo es, oler las comidas preparadas en su cocina, ser partícipes de años y años de vida –y de muerte- de esta familia. Todo esto por un motivo: mostrarnos lo grande que fue su padre vivo y lo grande que es su legado ahora. Creo ya que no queda duda de la gran transformación social a la que podríamos asistir si en la política, la economía, la salud y hasta la religión hubiesen quedado un poco, sólo un poco, de las palabras, las enseñanzas, las ideas del olvidado Héctor Abad Gómez.

Ya somos el olvido que seremos
el polvo elemental que nos ignora
y que fue el rojo Adán y que es ahora
todos los hombres, y que no veremos
Ya somos en la tumba las dos fechas
del principio y el término. La caja,
la obscena corrupción y la mortaja,
los triunfos de la muerte, las endechas.

Fragmento del poema de Borges que llevaba Abad Gómez
en un bolsillo de su chaqueta el día que fue asesinado
por paramilitares en Medellín, en el año 1987

8.15.2007

Alrededor de los sueños

Una casa, ser abogada, recuperar el cuerpo de un hijo caído en combate, ser policía, tener muchos caballos, trabajo para mi familia, ser el mejor, grabar mi primer cassette, volver a Europa, que mi hija se case, salir de la pobreza, ser poeta…

MARTÍN Weber, con su cámara de fuelle, su esposa y en los últimas días con Miguel, ha capturado los sueños de cientos de personas en siete países de este continente para construir Un Mapa de los Sueños Latinoamericanos, un proyecto que adelanta desde 1992, comenzando en su país, Argentina. Desde ese entonces, y con alguna intermitencia, Martín ha buscado dejar un documento sobre Cuba, México, Nicaragua, Perú, Guatemala, Brasil y Colombia, a través de lo que sus habitantes sueñan, desean, anhelan.
La experiencia pasa por lo tierno, lo descarnado, lo increíble, lo imposible. Todos tenemos sueños, algunos tan altruistas como la equidad para un país, otros tan personales como estudiar una profesión, pero los sueños hablan de la realidad, de lo que tenemos, de las carencias y las posibilidades de un país, y de todo un continente.
Uno de los ejercicios más interesantes es hacer que estas personas piensen en sus sueños, pues para muchos soñar es un mal pecado, está prohibido o sencillamente no tiene sentido, así que los sueños no cuentan con un espacio en su cotidianidad, en su imaginario, en su cabeza. Sueño es sólo el sinónimo de cansancio, sueño es sólo apoyar la cabeza en la almohada, cerrar los ojos y hasta mañana. Sin pensar en que mañana puede ser oportunidad, esperanza, otra opción.
Un día llegó un correo electrónico de alguien que venía a buscar los sueños de Colombia, y por mi trabajo yo podría ser de ayuda. Así me encontré con Martín, un encuentro milagroso con un argentino cálido que fotografía sueños, un documentalista excepcional que retrata realidades a partir de lo que a veces es irrealizable. Así, poco a poco, y ya a punto de terminar, se va construyendo Un Mapa de los Sueños Latinoamericanos, en el que todos tienen cabida y con el que todos nos podemos identificar.


A Map of Latinamerican Dreams / Photo España
A Map of Latinamerican Dreams / Zona Zero


8.08.2007

Satanás

AÚN no se sabe con exactitud si este hombre se suicidó el mismo día de aquella matanza, o si mató a su madre sólo unas horas antes de perpetrar tan aterradora masacre, y tampoco si violó a su alumna antes de matar a su progenitora. Y es que a pesar de haber sido noticia, esa realidad vivida el 4 de diciembre de 1986 aún no está del todo clara, dejando así varias incógnitas en el aire, las mismas que veinte años después algunos forenses todavía intentan aclarar.

Pero a pesar de la incertidumbre que generan esos hechos, Mario Mendoza, escritor bogotano, echó mano de la sobrecarga de información que produjo la masacre de Pozzetto y escribió una novela. Años más tarde, y basado en esa pieza literaria, el caleño Andrés Baiz dirigió la cinta homónima: Satanás. Una muestra de que el cine colombiano sigue escalando y que cada día y con más pruebas podemos ver y hablar de producciones de buena factura y cuidadosamente desarrolladas.

Pero la historia de Satanás no es sólo la historia de Campo Elías, que bien podría ser la encarnación de ese mítico ángel convertido en demonio. Satanás es la fuerza del mal que habita en los seres humanos y que se apodera con vigor de los personajes de esta película haciendo, por ejemplo, que una mujer decida incursionar en negocios ilícitos con la esperanza de ascender en la escala social; o que un sacerdote golpee vehementemente a un mendigo porque ya no puede cargar con tanta miseria; o que dos hombres quebranten el honor de una mujer perpetrando en ella una brutal violación.

Bogotá se nos revela como una ciudad desolada, de odios y amarguras, aterradora, de posguerra. Y uno de los grandes valores de Satanás es la universalidad de la historia, pues la marca colombiana no la da el típico sicario de barrio ni el calor de las playas ni el mafioso ni la puta. El sello colombiano lo impone el mal, pero éste no vive sólo en el país del sagrado corazón, de la carne y los huesos milagrosos, de las vírgenes que se aparecen en muros y en tazas de chocolate, de los paramilitares y los guerrilleros. El mal ronda por el mundo, por todos los países –jóvenes y viejos–, a todos por igual nos corresponde una gota del mal que envuelve el planeta. Por eso Satanás comienza a marcar una diferencia en el cine colombiano, porque ha comenzado a hablar en el lenguaje de la humanidad entera.

Texto completo en::Melodías en Acero

8.01.2007

Y seguimos tan tranquilos

HÉCTOR Rincón lo dijo, lo preguntó ¿Por qué nadie se ha pronunciado sobre la denuncia que hicieron algunas organizaciones sociales de Medellín sobre la "esclavitud" de niños y niñas en esta ciudad?. Sin embargo, no es de sorprenderse. Esta ciudad tiene aquel mal vicio de seguir derecho, de permanecer callado. Y no sabe uno si culparse, culparnos, o si es que ya alcanzamos ese nivel de inmunidad y tolerancia ante la desgracia, siendo nosotros mismos tan víctimas como los niños que suben a los buses con sus dulces y sus vallenatos desentonados, o como los niños que uno se encuentra en las mañanas saliendo de costales y cambuches improvisados en las calles del centro, o como las niñas que se exhiben -y se venden- en los bajos de estaciones del metro, en las afueras de bares y en los acopios de taxis.
Ellos, explotados por sus padres, por sus familiares, por sus amigos, tienen sus expectativas de vida tan reducidas como prolongadas por el nacimiento desmesurado de hijos e hijos e hijos de la calle, que perpetuarán ese círculo de pobreza, miseria, prostitución, maltrato y esclavitud.
Ellos ya no lloran, porque aunque la vida les ha enseñado a sufrir, no les ha permitido llorar, y los otros, los que pasamos de lado, tan inocentes y lejanos de ese sufrimiento, lloramos cada noche, cuando vemos las noticias, cuando se nos acercan a pedir limosna, cuando los vemos con sus ojos esperanzados, como los de cualquier niño, pero sin la esperanza que debe abrigar a cualquier niño...
Los otros, nosotros, lloramos, y al otro día nos levantamos, y salimos a la calle, y volvemos a ver y a llorar, y algunos quizá lo escribimos, lo comentamos, lo condenamos, lo maldecimos, nos avergonzamos de vivir en esta eterna primavera, pero nos aguantamos, y dejamos que la vida continúe, y que se perpetúe esta cadena.