1.27.2008

Los museos (Parte II)

::Continuación de la entrada anterior::


El problema no está, como muchos creen, en jugar de lado del Estado, buscar su apoyo y trabajar de forma emprendedora con los entes gubernamentales. El problema está en cómo hacerlo. La Casa Museo Fernando González Otraparte, ubicada en Envigado, la cual se ha convertido en uno de los centros culturales más importantes de Medellín, a pesar de encontrarse a las afueras, trabaja fuertemente de la mano del Municipio, pues éste es el dueño de la propiedad en la que se encuentra el museo, y quien lo entregó a la Corporación Otraparte en comodato para que fuera administrada.

La generación de recursos propios está dentro de los objetivos centrales de la Corporación, y poco a poco se van consolidando propuestas como una revista, una editorial, la organización de exposiciones o un café, que acaba de entrar en funcionamiento, y que hace parte de esos planes de negocios que pueden ofrecerse con seriedad a cualquier entidad pública o privada.

El reto está entonces en saber vender, y no es sólo tarea de los museos, sino de todos los que de alguna forma trabajan por y con manifestaciones culturales y artísticas. Hay que hacer a un lado esa anquilosada idea de que los intereses comerciales van en detrimento de la dignidad del arte y terminan por prostituir la cultura, pues ésta, para cumplir ese papel social que se le ha encomendado, para poder actuar como fundamento de la nacionalidad y para continuar escribiendo la historia de las sociedades, no puede seguir viviendo a la sombra y bajo el amparo de presupuestos insignificantes o de unas pocas donaciones que son, en últimas, paños de agua tibia para la ya tan aporreada, olvidada y quejumbrosa cultura.

1.24.2008

Los museos (Parte I)

Acabo de leer que 2008 es el Año Iberoamericano de los Museos, una celebración en la que participan desde el Museo del Prado, en la calle Ruiz de Alarcón de Madrid hasta el Museo Pedro Nel Gómez, en el barrio Aranjuez de Medellín.


A propósito pues de esta celebración, publico aquí un texto que escribí el año pasado para Melodías en Acero, y que puede ser leído completo aquí.

...

Tan importantes son los museos para la sociedad, que cumplen el papel de custodios del patrimonio. Su trabajo consiste en investigar, proteger, conservar y divulgar cada uno de los elementos relacionados con el patrimonio material e inmaterial. La historia y la vida de una comunidad pueden condensarse en cada uno de esos espacios, dedicados precisamente a la preservación de la historia misma.

En Medellín y sus alrededores, la lista de museos es considerable, y los hay etnográficos, de arte, históricos, tecnológicos o dedicados a personajes importantes en el desarrollo intelectual del país. Sin embargo, la existencia de poco más de tres decenas de museos no es suficiente razón para considerar la nuestra como una ciudad completamente cultural, con la dinámica ideal para las instituciones de este tipo. Para muchos museos el trabajo apenas comienza.

En el barrio Aranjuez, al nororiente de la ciudad, se encuentra la Casa Museo Pedro Nel Gómez, una donación que en el año 1975 hiciera este maestro de la pintura antioqueña a los habitantes de Medellín. El director del museo, Álvaro Morales, explica cómo, según la noción moderna de los museos, éstos han dejado de ser bancos de piezas inmóviles para convertirse en centros integradores de servicios. El museo no sólo ofrece una visita guiada que permite observar obras de arte, sino que comienza a proyectarse a través de un auditorio, un café, un espacio en el que un grupo de teatro ensaya todas las tardes. Algunos de esos servicios tienen un costo, y ello permite que el museo sea generador de sus propios recursos.

De ahí parte la idea de que el museo, como entidad privada y por ley, no debe recibir dineros públicos; por ética, no debe mendigar aportes del Estado o la empresa privada. Otro de los ejemplos en este aspecto es el Jardín Botánico Joaquín Antonio Uribe, dirigido por Pilar Velilla; este espacio es museo en cuanto protege y divulga nuestro patrimonio natural, una de las mayores biodiversidades del planeta.

En el proceso de renovación total en el que se encuentra el Jardín Botánico también se incluye la perspectiva del plan de negocios, para que así el mismo espacio pueda conquistar sus clientes potenciales para la venta de servicios culturales, “que –aclara Pilar Velilla– no necesariamente sean rentables, pues se trata de una entidad social, pero sí que permitan su sostenimiento. Pero no con limosnas”. Y tristemente aún son muchas las instituciones y grupos culturales que todavía esperan la mano milagrosa de la caridad para salir adelante.


::Espere la segunda parte de este artículo::
::Fotografía de la entrada del Museo Otraparte::

1.20.2008

Palabras rodantes

Cuestión de estadísticas
Fueron 22 dice la crónica.
Diecisiete varones, tres mujeres,
dos niños de miradas aleladas,
setenta y tres disparos, cuatro credos,
tres maldiciones hondas, apagadas,
cuarenta y tres pies con sus zapatos,
cuarenta y cuatro manos desarmadas,
un solo miedo, un odio que crepita,
y un millar de silencios extendiendo
sus vendas sobre el alma mutilada

Hace días supe que el metro había dispuesto unos libros que los usuarios podían tomar prestados para leer durante sus viajes. Como el metro siempre implica afanes y carreras, nunca me había detenido a ver de que se trataba y me sorprendió gratamente darme cuenta de que se puede tomar un libro y devolverlo al finalizar la lectura. Es decir, pueden ser llevados a las casas o a las oficinas, no tienen que ser regresados una vez se abandone el sistema de transporte.

Es muy valioso que existan programas que consideren, ante todo, la buena fe y la honestidad de las personas, y que no intenten primero el control a través de chips, cámaras, registros o señalamientos. El programa se llama Palabras Rodantes, lecturas de ida y vuelta, y uno de los libros que encontré en el dispensador de la estación Floresta es El hilo de los días de Piedad Bonnet, y ese impresionante poema fue el primero que leí al abrir el librito al azar.
También están Porfirio Barba Jacob, Fernando González y Tomás Carrasquilla, todos antioqueños, al igual que Bonnet.

Es de aplaudir que el metro estimule y promueva la lectura, que en sus vagones estén los nombres de nuestros escritores, con fragmentos de sus obras que inviten a la lectura. Es de admirar también que disponga libros, en ediciones de bolsillo para que los tomemos, los leamos, los difrutemos y los devolvamos.

1.14.2008

Sonidos desde la Intemperie - Boyacá

Boyacá, una pequeña calle en el centro de Medellín, cerca de la estación Parque Berrío del metro, un pequeño nido de historias y personajes; un núcleo comercial en el que todo es más barato. Cuna también de la piratería y el contrabando con descaro: libros y películas tan baratas como más no se puede. Con este microprograma comienza una serie de voces y sonidos desde la Intemperie.

Retrato sonoro de la Calle Boyacá en Medellín by jennygiraldo

1.08.2008

Bogotá, su casa, mi casa

"A la iglesia de Las Nieves se puede entrar a comprar salchichones porque su nave izquierda está ocupada por una salsamentaria. Justo enfrente, en el Parque de Las Nieves, hay una estatua de un prócer de la patria que no tiene nombre y que nadie sabe de quién es porque los próceres colombianos son igualitos: se parecen a supermán. La iglesia de Usaquén casi fue demolida porque los vecinos del lugar buscaban un tesoro indígena que dizque estaba enterrado frente a la puerta. El Museo Nacional era una cárcel y la Avenida Jiménez era un río. En el Parque de los Periodistas no hay un solo periodista y en el Chorro de Quevedo no hay chorro, sólo marihuaneros. La carrera Séptima, que atraviesa la ciudad, cambia de sentido dos veces al día; cuando hicieron la Avenida Caracas se supuso que iba a llegar hasta esa ciudad y les falló el cálculo por más de mil kilómetros. Cuando Jiménez de Quesada plantó la bandera española y mandó levantar doce chozas, no estaba fundando una ciudad, estaba creando la contradicción urbana más grande que la humanidad haya conocido."

Si bien se habla de Bogotá, aquí también habría una descipción de Medellín, y de quien sabe cuántas ciudades más. El desorden urbano es una característica que nunca, por más planeación o planificación que exista, será controlado. Las ciudades se van construyendo en el día a día, según las necesidades de los habitantes de siempre, según los requerimientos de los nuevos vecinos, según los caprichos de los gobernantes.

Si el ala izquierda de Las Nieves en Bogotá está ocupada por una salsamentaria, el atrio de La Veracruz en Medellín es un mercado tradicional de prostitutas, y las afueras de la iglesia de San José, de La América y de La Candelaria son plazas de venteros y rateros. En nuestro Parque del Periodista hay punkeros, metaleros, homosexuales y marihuaneros, algunos de ellos, claro está, periodistas de oficio. El cementerio que antes era de los ricos, desde hace un par de décadas pasó a ser de los pobres y también es un museo y tenemos una biblioteca que era cárcel. El panorama no cambia mucho de una ciudad a otra, por más capital que aquella sea, por más renovada que ésta se encuentre.


Este fragmento lo tomé de la página 97 de Su casa es mi casa, una novela que leí en pocas horas y que, seguramente en muchísimas más, escribió Antonio García Ángel, un bogotano entrado en los 30, que escribe la columna El Erizo en la revista Soho y que junto a Efraim Medina, Carolina Sanín, Ricardo Silva y otros, le van dando forma a algo parecido a una nueva ola narrativa colombiana.
Esta novela es particularmente sencilla, el relato es tan simple que parece que alguien te estuviera contando una historia detectivesca, algo divertida, con quiebres inesperados.

Esta es, en pocas palabras, una lectura placentera para una escritura poco pretensiosa, que se nutre de cientos de referentes: urbanos, como el fragmento citado, musicales, literarios y cinematográficos. No hay giros ni sobresaltos incomprensibles, no hay nuevas técnicas narrativas que a veces lo que creo que buscan es hacer sentir ignorante al lector. Hay, sí, una buena novela, ágil y simple, pero llena de fantasmas e historias que la hacen rica, para mi gusto.

Así que hay dos invitaciones: leer Su casa es mi casa, Recursos humanos y/o las columnas de García Ángel, y visitar Bogotá, esa tremenda contradicción urbana, que la hace más ciudad.