10.22.2007

Cuánto vale una canción

Abro la página de la Sociedad de Autores y Compositores Colombianos, -Sayco- y me encuentro en el primer pantallazo las palabras HONESTIDAD y COLABORACIÓN, así, en mayúsculas, como obligándonos a verlas. La semana pasada, por primera vez, me enfrenté a la honestidad y la colaboración de esta sociedad privada que según cuentas, sólo busca llenarse los bolsillos a costa de la música y el talento de los artistas colombianos.


Claudia Gómez y Pilar Posada dos artistas paisas, de talento inigualable, compositoras, intérpretes, con unas voces que logran erizar la piel, se unieron a la campaña de un candidato por la Alcaldía de Medellín, con una presentación artística de seis canciones.

Desde el principio aclararon que sus canciones no estaban registradas en Sayco, y que nunca han recibido un solo peso por parte de la sociedad, sin embargo, y a pesar de que las mismas autoras lo aseguraban, por reglas y trabas que siempre se imponen, había que llevar una carta a Sayco, para pedir un permiso del que dependía otro permiso, del que dependía el contrato en el teatro Metropolitano.

Y así fue la historia:

Pasadas las cinco de la tarde de un martes, llego a las instalaciones de Sayco en Medellín. La funcionaria encargada no está (en horario de oficina), la secretaria, muy amablemente, me dice que no está y que ella y sólo ella puede recibir la carta, que nadie más puede firmarme un recibido, y muy amablemente me dice que la espere, que se demora, pero que regresa.

Muy amablemente esperé yo 20 minutos, que representan mucho tiempo, si uno piensa en los muchos permisos que hay que diligenciar para hacer cualquier evento. La encargada no llega. Vuelvo cinco minutos antes de las seis de la tarde. La encargada no llegó.

Miércoles, 8:05 a.m., amablemente se me informa que la encargada no ha llegado. 9:00 a.m., se repite. 10:00 a.m., llegó la encargada, me recibe la carta, me firma el recibido y me dice que al día siguiente puedo averiguar el monto que debo pagar por los derechos de autor de las compositoras. Anoto que el día siguiente es jueves, el evento es el sábado y el trámite de Secretaría de Gobierno puede tardarse dos días hábiles. Nada se puede hacer al respecto.

Al día siguiente, jueves, llamo, no hay respuesta, me piden llamar en “media horita”. Repito la llamada sucesivas veces, y la única respuesta que encuentro, con mucha amabilidad es que llame “en media horita”. Sólo una persona en Medellín puede liquidar (decir cuánto es) y esa persona está muy ocupada como para cumplir sus funciones. El jueves a las 6:03 p.m. hago la última llamada del día, y aquella funcionaria que no he encontrado ni el martes, ni el miércoles en horario de oficina, me dice que ya no me puede atender, porque ya se acabó su turno de trabajo. Pequeña muestra de amabilidad de los funcionarios de Sayco.

El viernes en la mañana comienza la carrera contra el tiempo.

A las 8:30 a.m. la amabilidad que ya he conocido en Sayco, me anuncia al otro lado de la línea, que debo pagar poco más de dos millones de pesos para poder realizar el evento.

¿DOS MILLONES DE PESOS? Sí, dos millones, porque al parecer hay una canción administrada por Sayco. ¿Cuál canción es?, si es necesario, la sacamos del repertorio. Nadie sabe, desde Bogotá solo envían esa información. Explicamos una y otra vez que las canciones son de autoría de las intérpretes y que ellas nunca han registrado en Sayco. La respuesta que recibo es simple y amable: -Revise bien la carta, ahí hay una canción que administramos- Respondo: -Yo sé lo que hay en la carta, yo la escribí-, y la amabilidad que los caracteriza me dice: -Entonces fíjese en lo que escribe-. Como soy incapaz de soportar tantos malos tratos de una funcionaria negligente, sólo digo que gracias y cuelgo. Son ya las once de la mañana, y este es el resumen de tres o cuatro conversaciones con la amable funcionaria que representa la amabilidad de la que habla la página web de Sayco.

Tengo una sospecha: una de las canciones que aparecen en el repertorio tiene letra de Alfonsina Storni, la poetisa argentina. Sí, unas cuantas llamadas a Bogotá, me confirman la sospecha. Listo, la sacamos del repertorio, por las demás no nos cobran, pero sólo esa canción vale dos millones de pesos (cada que menciono la cifra alguien abre mucho los ojos). Ahora ¿qué hacemos?

Ir a Sayco, con una nueva carta, que ya no incluya la bella poesía de Storni, musicalizada por Pilar Posada. Llego a las 3:00 p.m. del viernes (en Secretaría de Gobierno está uno de mis compañeros, esperando la carta firmada, esta oficina la cierran a las 4:00 p.m. los viernes) y, sorpresa, las amables funcionarias de Sayco ya salieron de su lugar de trabajo y no regresan hasta el lunes.

¡POR FAVOR! ¡SON LAS TRES DE LA TARDE!

Hago decenas de llamadas, al jefe de campaña, a la Secretaría de Gobierno, al Director Nacional de Recaudos de Sayco, a celulares que no responden, a celulares que se apagan, y nuevamente al uno y al otro, y al otro. Parece que no hay respuestas, parece que no hay esperanzas, parece que en Sayco, ni aquí ni en Bogotá, queda una persona responsable que pueda sellarme una carta.

Desde la Secretaría me piden entonces una carta de alguien que se encuentre en esas oficinas, certificando que desde las 3:00 p.m. estuve en el lugar a la espera de su amable atención. La secretaria, esta vez de manera amable, hace la carta, con el susto propio de quien hace quedar mal a su jefe, me la entrega, tomo un taxi, llego a la Alcaldía, ya no puedo entrar, son las 4:10 p.m., mi compañero baja, recibe la carta, sube corriendo, y no, no podemos hacer nada, no hay permiso.

Llueve en Medellín, y yo veo cómo dos semanas de esfuerzo y trabajo se pueden ir a la alcantarilla por culpa de un par de funcionarias que decidieron dejar de trabajar a las tres de la tarde. Recuerdo con enojo qué en Sayco pregunté -¿si hubiera pagado los dos millones, y estas señoras no están, hubiera perdido esa plata?-. La respuesta fue que sí.

Espero, me mojo, me desespero, y llega mi compañero. No hay permiso. Pero hay una solución. Si Pilar y Claudia van al otro día a primera hora a una notaría para autenticar sus firmas, es probable que el funcionario de la Secretaría de Gobierno nos pueda ayudar. Y nos tendrá que ayudar, porque el evento está montado, los invitados van llegando, Pilar y Claudia ya fueron a la Notaría, yo con pena, y ellas con ira, sí, pero fueron, autenticaron y ya están paradas en el escenario, con sus guitarras y sus voces, conmoviendo a los asistentes, regalando sus canciones.

Soy afortunada por no haber tenido que seguir el proceso también con Acinpro, pero mi desazón es cada vez mayor cuando pienso en lo que cuesta que un público emocionado, ovacione a sus artistas y griten ¡otra, otra! Y que el dinero que recauda Sayco, dizque para los compositores, tal vez se vaya directo a la cuenta de Storni… al fondo del mar, porque estas cantantes, que conocen su letra, y que se la han apropiado de la mejor manera para llevarla a muchos oídos en forma de canción, hasta hoy no han visto un solo peso, ni por esta ni por sus demás canciones. Digo esto para no hablar más de su honestidad.

4 comentarios:

Galo dijo...

Definitivamente Sayco lo único que hace es perjudicar a nuestros músicos en lugar de protegerlos. Sería bueno averiguar cuánta plata han recibido de la entidad los músicos colombianos en los últimos años y cuánta se ha recaudado realmente. Saludos.

Peter Gallego dijo...

Pues yo había oído muchas veces de que Sayco era una organización de este tipo. Pero un caso tan, tan, tan... no sé cómo decirlo. Yo no hubiera aguantado tanto. Mínimo le hubiera metido una insultada que ya se acordarían de mí toda la vida.

Cosas como estas no puedo soportarlas. No hay derecho.

Laura Giraldo dijo...

que rabiaaaaa, no lo puedo creer, despues de leer esto, entendi mejor la historia y me puse a llorar de la ira, es que es increible como esa gente rica, se aprovecha de la gente honesta y de la gente que quiere hacer bien las cosas, que maricada que en este pais las cosas funcionen asi, malditas funcionarias que se fueron a las 3. Ojalá las echen.

Oyerista dijo...

¿Hasta donde puede meterse la burocracia en la vida de las personas?. Bien dice Cipolla que la estupidez lo puede sorprender a uno respecto a sus alcances. Me alegra que la historia tuvo final feliz a pesar de esta organización parásita.