10.31.2007
Me gustaba mucho... ser niña
10.22.2007
Cuánto vale una canción
Claudia Gómez y Pilar Posada dos artistas paisas, de talento inigualable, compositoras, intérpretes, con unas voces que logran erizar la piel, se unieron a la campaña de un candidato por
10.10.2007
Episodios: libros
Mejor asúmalo como una ofrenda a todo lo hermosa que usted es y a su risa. Sepa que yo le amo y este libro quiero que usted lo tenga sólo por eso.
Qué sensación encantadora me produce ver los inmensos estantes a reventar, husmear los que mi estatura alcanza, olerlos un poco y manosearlos cuando la prudencia no me alcanza. Me gusta imaginar lo que se esconde entre páginas, ¿de qué hablará por ejemplo Los límites en la femineidad de Sor Juana Inés de la Cruz? En internet dice que es un estudio que “analiza los límites y posibilidades que confirieron, en el campo literario, la condición femenina de Sor Juana y la recepción de su obra hasta el siglo XX.” [1] No sé si algún día éste llegue a mi biblioteca.
Adoro los libros de arte, y siempre que los hojeo y paso mi vista rápida sólo puedo imaginar lo qué me causaría tener en frente una obra original de Goya, de Delacroix o de Dalí. Sólo tuve una vez en frente a Rembrandt, claroscuros impecables que impresionaron mi retina, y aún no han desaparecido. Pero sé que el día que vea a Goya, que sepa que fue su mano la que pasó por la superficie que tenga en frente… pero hoy se trata de libros, y no de pintura.
Otra sensación que me acompaña desde hace algunos años, es la que me produce pensar que desde pequeña, cuando leí por primera vez las Narraciones Extraordinarias de Edgar Allan Poe, Bola de Sebo de Guy de Maupassant, Del amor y otros demonios de García Márquez o Colombia Amarga de Castro Caycedo, los escritores eran personajes difusos, casi irreales, existían sólo a través de su libro. Pero hoy, al llegar a una librería, veo a Juan José Hoyos, a Héctor Rincón, a Pablo Montoya, a Juan Carlos Garay, en fin, amigos, profesores, conocidos, que también son escritores y que existen más allá del papel.
Pero aún con lo inquietantes que me resultan ciertas librerías, como la Científica, que queda en Boyacá, y a pesar de que preferiría vivir en una de esas, no puedo evitar pasar por un lugar escondido del centro de Medellín, que despierta todos mis afectos.
En el Pasaje La Bastilla, un paso peatonal que hay entre Ayacucho y Pichincha, una cuadrita abajo de Sucre, está el Centro de la Cultura y el Libro. Una serie de locales estrechos en los que se ofrecen casi toda clase de libros. Los escolares se mueven mucho a principio de año, los compras o los vendes. Ejemplares como Anthony de Mello y Paulo Coelho también tiene acogida entre el público lector que visita este lugar. Best sellers y novedades editoriales también se ofrecen a costos moderados o a bajos costos, hay para todos. Por ejemplo, ese libro nuevo, el que escribió Virginia Vallejo, esa mujer frustrada que ya no sabe que más hacer con su vida y se dedicó a destapar ollas podridas, así éstas no contengan nada, se puede conseguir en el Pasaje la Bastilla, hasta por diez mil pesos.
Cuando uno va caminando, los afanosos vendedores te preguntan, te ofrecen, te venden, abunda la piratería, que, cómo suele suceder con gran parte de los delitos del país, es ignorada. Los precios no se deben sólo a los segundazos que allí se consiguen, muchos, muchos de los libros son piratas. Es más, cuando preguntas por un título, ellos preguntan ¿Pero va a llevar el original?
Pero entre tantos piratas, Cohelos, Vallejos (no confundir) y Mellos, en el segundo piso, en un local que parece aún más pequeño que los demás, Capote, Mishima, Miller, Dahl, Nietzsche, Calvino, Yourcenar, Peri Rossi, Saramago, Cortázar y tantos otros que apenas asoman tímidamente sus lomos, entre tanto y tanto que hay para leer, descansan de grandes librerías y antiguos dueños.
Un hombre que saluda y referencia cada uno de los textos que vende, que hay que decir que son tan baratos como más no se puede, guarda en sus estantes tesoros literarios, relatos, lecciones, trucos, una foto con un candidato a la alcaldía, y guarda, sobre todo, la certeza de que el libro que uno necesita o que uno desea “en estos días cae”. Así como cayó uno de los más preciados que ha llegado a mi pequeña biblioteca, El Nombre de la Rosa de Umberto Eco, RBA Editores, pasta dura, diez mil pesos, venía incluso con dedicatoria:
De un tal Fdo B., para una tal Alejandra.
Fotografía de DJVue en Deviant Art
10.08.2007
Carabobo
Hoy, Carabobo es para caminar, para sentarse a conversar o a leer, para 'vitriniar', para enamorarse, para comprar, para ir despacio, para saludar. Es un espacio transformado que cuenta incluso con adoquines exclusivos y las Luminarias de Carabobo, unas lámparas que también se diseñaron para este paseo peatonal.