Si bien se habla de Bogotá, aquí también habría una descipción de Medellín, y de quien sabe cuántas ciudades más. El desorden urbano es una característica que nunca, por más planeación o planificación que exista, será controlado. Las ciudades se van construyendo en el día a día, según las necesidades de los habitantes de siempre, según los requerimientos de los nuevos vecinos, según los caprichos de los gobernantes.
Si el ala izquierda de Las Nieves en Bogotá está ocupada por una salsamentaria, el atrio de La Veracruz en Medellín es un mercado tradicional de prostitutas, y las afueras de la iglesia de San José, de La América y de La Candelaria son plazas de venteros y rateros. En nuestro Parque del Periodista hay punkeros, metaleros, homosexuales y marihuaneros, algunos de ellos, claro está, periodistas de oficio. El cementerio que antes era de los ricos, desde hace un par de décadas pasó a ser de los pobres y también es un museo y tenemos una biblioteca que era cárcel. El panorama no cambia mucho de una ciudad a otra, por más capital que aquella sea, por más renovada que ésta se encuentre.
Este fragmento lo tomé de la página 97 de Su casa es mi casa, una novela que leí en pocas horas y que, seguramente en muchísimas más, escribió Antonio García Ángel, un bogotano entrado en los 30, que escribe la columna El Erizo en la revista Soho y que junto a Efraim Medina, Carolina Sanín, Ricardo Silva y otros, le van dando forma a algo parecido a una nueva ola narrativa colombiana. Esta novela es particularmente sencilla, el relato es tan simple que parece que alguien te estuviera contando una historia detectivesca, algo divertida, con quiebres inesperados.
Esta es, en pocas palabras, una lectura placentera para una escritura poco pretensiosa, que se nutre de cientos de referentes: urbanos, como el fragmento citado, musicales, literarios y cinematográficos. No hay giros ni sobresaltos incomprensibles, no hay nuevas técnicas narrativas que a veces lo que creo que buscan es hacer sentir ignorante al lector. Hay, sí, una buena novela, ágil y simple, pero llena de fantasmas e historias que la hacen rica, para mi gusto.
Así que hay dos invitaciones: leer Su casa es mi casa, Recursos humanos y/o las columnas de García Ángel, y visitar Bogotá, esa tremenda contradicción urbana, que la hace más ciudad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario